¿Qué es el Forum?
Aunque parezca mentira no es fácil contestar a esta pregunta.
Los organizadores han sudado la gota gorda para dotar de contenido a este “evento”
(la frecuencia con la que se utiliza este sustantivo para hablar del Forum da idea de
la vaguedad del proyecto). Según la asombrosa definición negativa del alcalde
Joan Clos: “No son unas olimpiadas, ni un exposición universal, ni un parque
temático sino un poco de todo esto y mucho más”. En los últimos
meses, la organización –tras explotar hasta lo caricaturesco generalidades
del tipo “un gran encuentro entre culturas”– ha logrado al fin pergeñar
un programa que tampoco es que aclare gran cosa. En el Forum habrá exposiciones,
conciertos, ciclos de conferencias o talleres (en los que, por lo visto, se podrá
“aprender danzas africanas, construir una casa de adobe o una embarcación
tradicional…”). ¿En qué se diferencia esto de las actividades
que organiza la asociación cultural de tu barrio? Bueno, probablemente no contéis
con un presupuesto de 2.200 millones de euros del que más de la mitad es dinero
público.
Ahora en serio, ¿qué es realmente el Forum?
Si dejamos a un lado la propaganda institucional, el Forum se parece
sospechosamente a una gran operación urbanística para abrir al mar los últimos
terrenos del litoral que quedaban en el municipio barcelonés. No es que sea precisamente
un secreto. Hace algún tiempo las administraciones organizadoras (estatal, autonómica
y municipal) minimizaban el problema de la indefinición de contenidos subrayando
que contaban con el apoyo del sector privado, dispuesto a aportar más de mil millones
de euros antes de tener la más mínima idea de qué iba todo aquello.
En cierta ocasión Clos llegó a afirmar que el proyecto marchaba viento en
popa ya que “la sociedad Infraestructuras 2004, encargada de las reformas urbanísticas
del espacio donde se celebrará el acontecimiento, funciona a pleno ritmo”.
En esta línea, los organizadores han anunciado a bombo y platillo que el Forum
permitirá dotar a la ciudad de instalaciones tan largamente necesitadas por las
clases populares como un colosal centro de convenciones –“el más grande
del sur de Europa”–, un nuevo puerto deportivo con mil amarres, una nueva
playa e incluso un par de islas artificiales.
Por lo demás, uno de los puntos más polémicos del
Forum tiene que ver precisamente con su ubicación. Parte de los terrenos del Forum
pertenecen al barrio de La Mina, una zona marginal de Barcelona con una elevada proporción
de población gitana a la que los estudios de mercado del nuevo centro comercial
Diagonal Mar –parece que no hay operación urbanística en Barcelona
que no gire en torno a la construcción de un nuevo centro comercial– describen
literalmente como “un freno que es preciso desactivar”.
Las Olimpiadas, el Forum... o lo que sea
Cuentan las malas lenguas que, en los años noventa, un Pasqual
Maragall embriagado por las mieles del éxito cosechado con las Olimpiadas, se empeñó
en conseguir una Exposición Universal para su ciudad en 2004. Desgraciadamente
presentó la candidatura fuera de plazo. Pero lejos de arredrarse, el alcalde se
sacó de la manga un acontecimiento “enteramente nuevo”, un Forum Internacional
de las Culturas que podría desempeñar perfectamente la función que
habría cumplido la Expo (o, para el caso, la Super Bowl).
En efecto, Maragall no hacía más que ceñirse a una
extendida doctrina que afirma que estos grandes acontecimientos (“macroeventos”,
en la jerga al uso), cualquiera que sea su naturaleza, son capaces de atraer millones
de visitantes dispuestos a dejarse los dineros en la ciudad. Además, se supone
que estas celebraciones generan turismo e inversiones a largo plazo, crean montañas
de puestos de trabajo, aceleran, impulsan o crean de la nada reformas urbanas “necesarias”
y proporcionan a la población local un nuevo motivo de orgullo ciudadano. Como
no podía ser menos, de los beneficios que estas estrategias reportan a los propietarios
de suelo y a las empresas constructoras no suele hablarse demasiado.
¿Cabe esperar algún beneficio para la ciudadanía?
Es más que dudoso. Las reformas propuestas ahondan en un modelo
urbano harto discutible: una ciudad turística y de servicios en la que los gobiernos
locales dejan de lado su función de gestores de los servicios públicos para
competir en el mercado internacional en busca de inversiones para “sus” ciudades,
como si de empresas se tratara. En el caso de Barcelona se busca obsesivamente atraer
a un turismo “de calidad” (léase “forrado”). De ahí
la esforzada promoción de eventos y organismos que siguen la estela de las Olimpiadas
(ferias, congresos, la Pasarela Gaudí, el CCCB, el MACBA y, cómo no, el
Forum) o la proliferación enfermiza de “años de”: año
Gaudí, año del Diseny, año Dalí…
Naturalmente, como presupuesto no hay más que uno, si se gasta
en remodelar fachadas y ampliar el aeropuerto, inevitablemente se tiene que recortar por
algún sitio. Por ejemplo, en gastos sociales y en vivienda, uno de los sectores
olvidados por los sucesivos planes que han dado forma a la ciudad en los últimos
quince años.
Pero es que además la estrategia no funciona o, al menos, no funciona
todo lo bien que debiera. Véase, si no, el caso de las Olimpiadas: a pesar de las
gigantescas inversiones, el único impacto duradero que se apreció en la
economía barcelonesa fue una importantísima subida de precios. Las expectativas
de ingresos por turismo y de creación de empleo quedaron completamente defraudadas.
Pero entonces, ¿se produce algún beneficio?
Pues sí que hay beneficios aunque, desde luego, no para todos.
Uno de ellos tiene que ver con la disminución de la conflictividad laboral (como,
en efecto, sucedió con las Olimpiadas) y con la creación de un amplio consenso
ciudadano que legitima actuaciones cuando menos dudosas. Otro, más importante,
es que este tipo de maniobras ofrece magníficas oportunidades para los grandes
negocios. De hecho, quienes impulsaron y financiaron los Juegos Olímpicos y quienes
impulsan y financian hoy el Forum son las inmobiliarias, las constructoras, las instituciones
financieras, los propietarios de suelo industrial en desuso, las empresas de publicidad
y las cadenas de hotelería y restauración que ven en la organización
de estos eventos y en las reformas urbanas que conllevan un campo abonado para sus negocios.
Asimilar o morir
A los dirigentes municipales de Barcelona les debió resultar obvio
que para que un acontecimiento inédito como el Forum alcanzara un grado de consenso
y colaboración ciudadana comparable al de las Olimpiadas iban a tener que elegir
muy bien los contenidos. Y de hecho, parece difícil declararse en contra de los
tres ejes temáticos del Forum: diversidad cultural, paz y sostenibilidad. En general,
la organización ha tratado de sortear las críticas por el sencillo medio
de integrarlas en el programa (en palabras de un miembro de la Asamblea contra el Forum:
“En cuanto te descuidas te montan un acto para que expongas tus críticas”).
De hecho, el Forum se planteó inicialmente como una versión edulcorada y
conciliadora de Porto Alegre. La organización ha intentado por todos los medios
contar tanto con figuras emblemáticas de la crítica social –Saramago,
Esquivel o Chomsky– como con numerosas ONG y representantes de movimientos sociales.
La respuesta de los críticos es que todo este buen rollo demuestra
que a los promotores del Forum les importan un bledo sus contenidos. Lo cierto es que
la dotación para contenidos (300 millones, de los cuales 60 se destinan a marketing
y publicidad), a pesar de ser cuantiosa, resulta ridícula cuando se compara con
la inversión en infraestructuras. La Federación de Asociaciones de Vecinos
de Barcelona (FAVB), que en otoño de 2002 se desvinculaba del evento, aseguraba
que “los medios económicos destinados al Forum revelan una desproporción
difícilmente explicable si se comparan con los recursos que las administraciones
públicas destinan a solucionar problemas de vivienda, equipamientos, educación
y convivencia en nuestra ciudad”.
¿Diversidad cultural? ¿Paz? ¿Sostenibilidad?
Otro de los aspectos más criticados ha sido la participación
de diversas empresas cuya relación con los encomiables lemas del Forum es, como
poco, remota. Por ejemplo, la compañía Indra es colaboradora habitual del
ejército español y una de las principales fabricantes de armamento europeo
(la surrealista respuesta de Clos a estas acusaciones fue: “Decir que construiremos
la paz sin armas es banalizar el debate”). Endesa, uno de los seis socios colaboradores
del Forum, es responsable directa de la destrucción de buena parte de la selva
amazónica y de la expulsión de sus tierras de los indios mapuches en Chile.
Por lo que toca a la sostenibilidad medioambiental, no parece que el desarrollo especulativo
de la ciudad o la construcción de playas e islas artificiales sea una actividad
particularmente respetuosa con el medio. Greenpeace ha denunciado que la extensión
del puerto y del aeropuerto y la instalación de sistemas depurativos para las playas
de la ciudad están causando serios daños ecológicos. Y en cuanto
a la diversidad cultural, no será, desde luego, la que representan los gitanos
del barrio de La Mina o los inmigrantes que malviven en la ciudad.
Rebelión
Jueves 20 de Mayo de 2004
|