Hoy, lunes de Pascua, los padrinos barceloneses regalarán
alrededor de 400.000 monas a sus ahijados. No en vano, Barcelona ha sido desde hace muchísimo
tiempo la capital del chocolate artístico. La ciudad presume de grandes chocolateros
y pasteleros dulces de relumbrón, como Antoni Escribà, cuyas monas de chocolate
son un acontecimiento ciudadano; Albert Balcells, de Horta, que en 1984 esculpió
la estatua de la Libertad de Nueva York para la portada de la revista “National
Geographic”, y Enric Rovira, que exporta sus creaciones a las tiendas más
exquisitas de Londres, Nueva York o Tokio.
La mona de Pascua es una tradición que simboliza que la Cuaresma
y sus abstinencias se han terminado, y el huevo que llevan simboliza el principio de la
vida. En el siglo XV ya se hablaba de las monas, cuyo origen se circunscribe a Catalunya
y Valencia. Hay quien dice que la palabra mona viene del vocablo árabe “muna”,
que significa deseo. Con la primavera, los deseos acostumbran a estar a flor de piel y,
entre ellos, el de lo dulce. En este contexto, acaba de aparecer la guía “Sweet
Barcelona”, de la editorial Diéresis, donde el periodista Albert Winterhalder
descubre los 55 rincones más golosos de la ciudad y revela sus especialidades más
singulares así como anécdotas poco conocidas de estos establecimientos tan
populares.
Entre los chocolateros se descubren personajes como Venanci Pallarés,
que ha construido varias locomotoras de chocolate que pesan más de 500 kilos y
que afirma que “el mundo del chocolate es apasionante y ahora es la época
propicia para crear obras de arte con él, ya que el verano, por nuestro clima cálido
y húmedo, complica la tarea”. También se revela la tarea de Bombons
Blasi, que ha recuperado marcas casi perdidas de los años veinte, como chocolates
Riucord. Y, entre la posmodernidad repostera, se distingue a Oriol Balaguer, autor de
las ocho texturas de chocolate, o Enric Rovira, cuyas monas desafían con éxito
la ley de la gravedad.
Entre las múltiples pastelerías de Barcelona, la guía
dedica punto y aparte a Baixas, uno de los templos de la repostería catalana. Su
dueño, Joan Baixas, es uno de los maestros que más han influido sobre las
jóvenes generaciones y es un consumado especialista en monas de chocolate, “tortells”
o saras.
Otra de las grandes pastelerías es Foix de Sarrià, una
de las señas de identidad de la ex villa. Sobre este establecimiento se revelan
anécdotas relacionadas con el poeta J. V. Foix, hijo del fundador de la pastelería,
cuyo ingenio con el lenguaje sirvió para evitar la censura en tiempos de las dictaduras
de Primo de Rivera y Franco, al designar los dulces con palabras de idéntica fonética
en catalán y en castellano. Foix, a pesar de que un día su padre le espetara
“No foteràs mai res de bo!”, bautizó alguno de los postres que
todavía hoy se sirven allí, como esos riquísimos “caramels
d'en Patufet”, las Rodes de Sant Vicenç o las famosas Petxines de Sarrià.
Otra institución es la pastelería Mauri, de rambla Catalunya, que comenzó
como colmado, continuó como pastelería dominical y, cuando empezó
a dedicarse sólo a esto último, fue la pionera en incorporar un salón
de té. “Seguimos ofreciendo algunos de los pasteles que se hacían
entonces –cuenta Francesc Mauri– como las Cristinas, o los peces de mazapán.”
“Sweet Barcelona” explica múltiples anécdotas
como la del pastelero barcelonés que cazó bisontes junto a Bufalo Bill.
El polifacético personaje era Francesc Roig Manovens, propietario de La Colmena,
en la plaza del Àngel, que tras emigrar al Oeste americano a finales del siglo
XIX, adquirió esta tienda en 1928, la cual llegó a recibir una descarga
de ametralladora durante los Fets d'Octubre de 1934. Por cierto, en La Colmena se elaboran
los caramelos artesanos más antiguos de España.
También es posible desayunar en el lugar donde se inventó
el popular Cacaolat, la granja Viader –calle Xuclà, 4-6– o pasar la
tarde en la granja donde Àngel Guimerà citaba a todas sus visitas para compartir
un suizo, la Dulcinea del número 2 de la calle Petritxol, un lugar también
frecuentado por Salvador Dalí acompañado de esculturales acompañantes
a las que solía dejar tomando algo en en la granja mientras él se iba a
departir de arte en la vecina sala Parés.
La pastelería de barrio es quizás uno de los descubrimientos
de esta guía, que señala a artesanos como Josep Nieto, de Dismon, en Gràcia;
Eduard Roig, de Sant Antoni, en Horta; y Joan Vives, de Casa Vives, en Sants, donde solía
recalar el cineasta Fructuós Gelabert. Y también es un terreno abonado para
la multiculturalidad.
“Sweet Barcelona” destaca el aterrizaje de inquietos pasteleros
de otros países, como el reconocido japonés Takashi Ochiai, que estos días
ofrecerá especialidades del Sol Naciente como las trufas de sake. Entre las reposterías
árabes destacan Cleopatra (Còrsega, 535) o Kaduxe (Muntaner, 34). Ambas
son excelentes representantes de la rica tradición pastelera siria y libanesa.
Las horchaterías tienen seguidores como el president de la Generalitat,
Pasqual Maragall y el escritor Mario Vargas Llosa. Destacan Sirvent (en la calle Parlament,
56), el Tío Che del Poblenou y La Valenciana, en Aribau/plaza Universitat. En cuanto
a las heladerías, sobresalen Los Italianos 1940 (en la Rambla, 78) y la Gelateria
Cafetteria Italiana (en la plaza Revolució, 2).
La
Vanguardia
Lunes 12 de Abril de 2004 |