Gaudí
y Jujol
Josep M. Jujol Gibert |
Hay genios del arte que, como verdaderos astros, deslumbran a sus
admiradores. Esta circunstancia ocasiona visiones deformadas de la realidad, de las
que tenemos buenos ejemplos en algunos de los estudios publicados sobre los arquitectos
catalanes Antoni Gaudí Cornet (1852-1926) y Josep M. Jujol Gibert (1879-1949).
Gaudí era 27 años mayor que Jujol, y cuando éste terminó
la carrera, en mayo de 1906, Gaudí ya había realizado la mayor y mejor
parte de su obra; pero esto no quiere decir que Jujol fuera discípulo de Gaudí.
Más bien podría serlo de Doménech i Montaner, a través
de sus relaciones profesionales con Josep Font i Gumà, pero sí se sabe
que tuvo una admiración por su colega, que manifestó a sus alumnos de
la Escuela de Arquitectura en los años cuarenta. Gaudí comprendió
muy pronto la genialidad de Jujol y le asignó trabajos de responsabilidad en
varias de sus obras; pero manteniéndose siempre cada uno en su propio universo
artístico. |
Unas puntualizaciones muy necesarias
Estos dos arquitectos mantuvieron siempre una cordial relación profesional que sólo
se interrumpió por la muerte de Gaudí en 1926.
Los estudiosos de Gaudí han visto en Jujol un buen colaborador, especialmente en
materia de color y decoración arquitectónica. Los admiradores de Jujol, que
son muchos, han querido ver algo más: un cambio en Gaudí desde el momento
en que Jujol entró en sus obras.
Se ha dicho y escrito en repetidas ocasiones que en la fachada de la casa Batlló
del paseo de Gracia se aprecia una fuerte influencia de Jujol en la composición cromática.
También se ha dicho que las puertas de madera del interior del piso de los Batlló
fue obra jujoliana.
No supone ningún menosprecio del inmenso valor artístico de Jujol demostrar
que tales afirmaciones son totalmente erróneas.
Gaudí conoció a Jujol a través de su amigo el doctor Pere Santaló
Castellví, asiduo ateneista. Santaló, al ver la actividad de Jujol como ayudante
de Josep Font i Gumà en las obras del Ateneo Barcelonés, en la calle Canuda,
habló del joven Jujol a Gaudí y los puso en contacto. Esto sucedía
en el año 1906 y las obras de la casa Batlló estaban ya terminadas, por aquellas
fechas. Está claro, pues, que Jujol no pudo influir a Gaudí, puesto que todavía
no se conocían.
Este argumento sería suficiente, pero todavía hay más. El contratista
de las obras de la casa Batlló, Josep Bayó i Font, explicó, en 1970,
-y de tal explicación hay una cinta grabada- que Jujol no estuvo nunca en la casa
Batlló, y lo que sí hizo para este edificio, una vez finalizado, fueron los
modelos de arcilla para los candelabros del oratorio que después se fundirían
en bronce. Y estos modelos los hizo en la Pedrera, entonces en construcción (1906-1912).
Las piezas circulares de cerámica vidriada, de colores muy vivos, que alternan con
el aplacado de cristales de colores de la fachada de la casa Batlló, procedían
de Mallorca, de donde Gaudí las encargó. Gaudí estuvo en Mallorca a
partir de 1903, en tanto que la presencia de Jujol en Mallorca no es anterior a 1908, cuando
se presentó el proyecto de alicatado cerámico del fondo del presbiterio, con
los escudos de los obispos, y que no se colocó hasta 1910. Soluciones de baldosas
de Valencia troceadas las venía utilizando Gaudí desde las caballerizas Güell
(1884-1887) con ejemplos tan destacados como las cubiertas de los dos pabellones de entrada
al Park Güell (1902-1903). Joan Matamala, que conoció a ambos arquitectos, dejó
escrito que la presencia de Jujol en el Park Güell fue posterior a 1907.
Otra atribución a Jujol es la de los balcones de la Pedrera. Tal como explicó
Bayó, Gaudí dirigió personalmente a lo largo de siete horas la forja
de uno de los balcones que fue colocado en el chaflán, a la altura del tercer piso.
Una fotografía de 1910 ofrece este solitario balcón en el chaflán.
Entonces Gaudí ordenó la forja de los otros a sus colaboradores, los hermanos
Josep y Lluís Badia, insignes cerrajeros y forjadores con los que trabajaba desde
las obras del Palau Güell, en 1886, y que hicieron el resto “alla maniera”
como dicen los italianos. Es decir que todos fueron diferentes pero parecidos al modelo
original. Es posible que Jujol interviniera de algún modo ayudando a los hermanos
Badi, pero Josep Bayó lo negaba.
Ya hemos dicho que estas cosas no van en detrimento de la personalidad de Jujol, al que
no hacía falta dar inspiración a Gaudí, ni tampoco imitarle.
Un ejemplo nos puede ilustrar más que ninguna otra cosa para ver cómo a la
fuerza creativa de Jujol no le hacían falta las fuentes gaudinistas. Josep M. Jujol
fue un experto grafiador. Esta técnica, inventada por los renacentistas italianos
a base de dos capas de estuco de distinto color, fue utilizada continuamente, y con gran
maestría, por Jujol quien, con sus propias manos, hizo los extraordinarios esgrafiados
de la ermita de Vallmoll, de la casa Gallissà de Barcelona y de la masia Bofarull
de Els Pallaressos.
Pues bien, Gaudí, con toda su grandeza, jamás, ni una sola vez, utilizó
la técnica del esgrafiado, ni jamás pintó muros y bóvedas con
sus propias manos como hacía Jujol.
Cabe hacer constar la presencia contemporánea de los dos grandes arquitectos, que
en algunos puntos coinciden y colaboran, pero que jamás renunciaron a su propia personalidad,
sin que la admiración mutua que sentían les hiciera necesario considerar a
uno como maestro y al otro como discípulo, ni mucho menos como un discípulo
tan aventajado que llegara a influir en el maestro.
Cada uno giraba en su propia órbita lanzando una luz tan brillante que todavía
hoy ciega a quien contempla sus obras.
Gaudí, el arquitecto de la geometría de la Naturaleza; Jujol, el pasmoso
dibujante, escultor, pintor y arquitecto.
Artículo publicado en el Temple,
Enero-Febrero 1992
Juan Bassegoda i Nonell, Conservador de la Real Cátedra Gaudí
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