Jujol o el Artista
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Debemos acercarnos a la vida y obra de Josep M. Jujol i Gibert (Tarragona 1879 – Barcelona 1949)
desde una doble vertiente: la de la relación con la genial figura de Antoni Gaudí y
la valoración objetiva de su propia trayectoria artística. Haciendo un paralelismo
musical, podríamos decir que Gaudí fue un gran director de orquesta y Jujol su mejor
solista. Como individualidad, Jujol fue un compositor excepcional.
Tanto Gaudí como Jujol son arquitectos que a pesar de estar inscritos formalmente en el
movimiento modernista catalán, ultrapasan de largo los fundamentos de esta escuela, para
crear una concepción estética alejada de cualquier referencia anterior dentro de
la historia del arte, hasta el punto de llegar a ser única en el mundo. La intención
es volver a la sencillez de las primeras soluciones, de acercar la arquitectura a la naturaleza.
Además, los dos tienen una vocación estética que les hace sublimar su oficio
hasta extremos devocionales. Su obra se impregna de un elevado sentimiento místico: voluntad
de “misión”. Por este motivo, durante el segundo decenio del s. XX, cuando el modernismo
empieza a entrar en decadencia y a ser perseguido intelectualmente por los novecentistas, Gaudí y
Jujol son de los pocos artistas catalanes que se mantendrán invariablemente constantes
en sus propios parámetros creativos. Esta intencionalidad no siempre será comprendida
por sus coetáneos, que a menudo menospreciarán su obra y, en el peor de los casos,
la conducirán a su mutilación y/o destrucción.
Aunque se haría difícil entender la evolución artística de Jujol
sin el maestrazgo de Gaudí, también es complejo querer entender a Gaudí sin
la influencia de Jujol. Hay que tener presente que algunas de las obras más importantes
y celebradas de Gaudí –Casa Batlló, Casa Milà, Park Güell, Sagrada Familia,
etc.- tienen, poca o mucha, la huella decisiva de Jujol. Como si él aportase al universo
gaudiniano la iluminación del color y la osadía cromática que faltaba en
los proyectos anteriores de Gaudí.
Así pues, sería del todo injusto presentar a Jujol como un mero epígono
de Gaudí. Jujol participa plenamente del pensamiento artístico y vital de su maestro
pero, sobre la misma base, evoluciona todavía más los postulados plásticos
y arquitectónicos gaudinistas, tanto en edificios civiles (Casa Negre, Torre de la Creu,
etc.) como religiosos (Iglesias de Vistabella y Montferri, etc.). A parte del impresionante bagaje
aprendido de Gaudí, en Jujol no sólo encontramos influencias del movimiento modernista,
sino también del expresionismo e incluso anticipa algunos rasgos del surrealismo y del arte
povera . El resultado, superando la suma de diferentes corrientes estéticas, es una
obra imaginativa, personalísima e inclasificable. Su producción artística
abarca diferentes campos –arquitectura, pintura, escultura, etc.- y soportes –madera, hierro,
cartón, mármol, vidrio, etc.-. Por tanto, en justicia podemos decir que Jujol es
un artista total. Una personalidad tan completa y genial sólo surge muy de vez en cuando
en la historia del arte.
Desgraciadamente sobre Jujol han coincidido una serie de desafortunadas incidencias que han hecho
que todavía hoy siga siendo un desconocido para la mayoría de la gente. Por un lado,
la sombra de Gaudí ha resultado ser demasiado larga y obras plenamente jujolistas, como
el banco serpentín y los plafones del techo de la sala hipóstila del Park Güell,
han pasado por realizaciones de su maestro. Por el otro, al ser el único representante
de un estilo diferenciado de los cánones estéticos de la época –primer modernista
sin serlo, después criticado por los novecentistas y finalmente descolgado de las vanguardias
internacionales- provocó su relegación a un segundo término dentro del mundo
cultural. También resultó perjudicado por la Guerra Civil Española (1936-1939),
en la que fue perseguido por su catolicismo. Durante el conflicto vio desaparecer algunas de sus
creaciones. Ya en la posguerra fue apartado de las grandes obras de reconstrucción por
no simpatizar con el régimen fascista, al mismo tiempo que la extinción de los poderosos
mecenazgos no le permitieron realizar proyectos de envergadura.
En este año 2004 que conmemoramos el 125º aniversario de su nacimiento y el 55º de
su muerte, es justo y necesario reivindicar doblemente la obra jujolista, recuperarla y restaurarla
a nivel patrimonial, y estudiarla y divulgarla a nivel académico. Josep M. Jujol, el artista
total, merece –por méritos propios- tener un lugar destacado entre las grandes personalidades
de la arquitectura catalana.
Josep M. Vall
Autor del libro “Jujol en Vallmoll”.
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