Antoni Gaudí asistía a Misa cada tarde en la iglesia de Sant Felip Neri del barrio Gótico de Barcelona -donde se conservan, en los transeptos, dos grandes cuadros al óleo de Juan Llimona, con escenas de la vida del santo, para cuyo rostro -en ambos casos- el pintor se sirvió del de Gaudí como modelo-.

El día 7 de junio de 1926, camino de Sant Felip, el arquitecto estaba tan distraído mientras cruzaba la Gran Vía, a la altura de la calle de Bailén, que no vió los dos tranvías que cruzaban la calle. Pudo esquivar el primero, pero no el otro, que le lanzó violentamente contra los adoquines del pavimento. El arquitecto se rompió la nariz y la ceja izquierda, síntomas de la presencia de heridas internas, tal y como se puede apreciar en su máscara mortuoria, tomada por el escultor Joan Matamala Flotats.

El conductor del tranvía indicó en el parte que había atropellado un viejo borracho y que había trasladado su cuerpo agonizante a la acera vecina. Unos peatones intentaron detener varios taxis para llevarle a un hospital, pero éstos no querían trasladarlo para no manchar los asientos, hasta que un guardia civil obligó a un taxista a recoger a Gaudí. Fue conducido a un puesto de socorro donde, con el relevo del primer retén, quedó totalmente olvidado.
A las pocas horas Gaudí perdió el conocimiento y ya no lo volvió a recuperar.

El párroco del Templo, alarmado por la tardanza del maestro, empezó a buscarle por los distintos hospitales de la ciudad, hasta el gótico Hospital de la Santa Cruz, todavía en activo en aquel momento. El arquitecto falleció tres días después, el 10 de junio de 1926.

En 1892-1893 Gaudí recibió el encargo de construir unas misiones franciscanas en Tánger, ciudad que seguidamente visitó, para tener un conocimiento directo del lugar donde éstas se construirían. De camino, estuvo también en Andalucía para poder estudiar mejor la arquitectura árabe.

Estas misiones están inspiradas en la arquitectura islámica centroafricana, de las mezquitas de fábrica de barro con una estructura reforzada horizontalmente con vigas de madera, que se reemplazan periódicamente, cuando se pudren.
Las torres del proyecto de Tánger, en forma de paraboloides de revolución, son un claro ensayo y anticipo de las de la Sagrada Familia, a las que preceden en más de diez años.

Se trataba de un ambicioso proyecto, muy grato para Gaudí. Sin embargo, no se llevó a cabo por culpa de su envergadura -no muy compatible, por cierto, con el ideal de pobreza de los frailes franciscanos- y porque sus promotores, los marqueses de Comillas, estaban al borde de la ruina financiera. Pero si la iniciativa fracasó, antes que nada, fue porque el ideólogo del proyecto no era otro que Mosén Jacint Verdaguer, que pretendía evangelizar Marruecos y que había abandonado a los marqueses precisamente en el año 1893.

El arquitecto conservó estos planos en su despacho de la Sagrada Familia, juntamente con los del resto de sus obras, perdiéndose todos en el incendio de julio de 1936.
Conocemos por fotografías el alzado y la planta del edificio, que fueron expuestos en 1927 en la Sala Parés.

Bassegoda Nonell, El Gran Gaudí, Sabadell, 1989, págs. 333-337.

El poeta -tanto en catalán como en castellano- fue redescubierto en el siglo XIX y durante los tres primeros días de septiembre de 1879, a instancias de la Asociación Catalanista de Excursiones Científicas y de la Asociación Catalana de Excursiones, se quiso organizar un certamen literario con fiestas, una misa exequial con una ofrenda floral ante la tumba del poeta y la erección de un monumento conmemorativo dedicado al famoso rector.
De hecho en 1879 se celebraba exactamente el 256 aniversario del fallecimiento del poeta y no el 250, tal y como entonces se afirmaba.
Las expectativas por parte de los organizadores eran grandes, pero la gente del pueblo apenas secundó la iniciativa, pues desconocían completamente el motivo de la misma y además se hizo todo sin contar absolutamente con ellos, por lo que el acto fue un rotundo fracaso.
Finalmente sólo llegaron a desplazarse allí treinta personas, con lo cual se deshizo la ilusión de intentar hacer negocio gracias a la prevista masiva afluencia de forasteros.

Carro alegórico de la recolección de aceitunas	Carro alegórico de la siega
Carro alegórico de la vendimia	Detalle del carro alegórico de la vendimia

Gaudí, que era miembro de la Asociación Catalanista de Excursiones Científicas, colaboró en este homenaje diseñando unos carros alegóricos para la cabalgata, de los que se conservan cuatro dibujos a tinta china -adquiridos en Vallfogona por Amigos de Gaudí en 1960-: la vendimia, la siega, la recolección de las aceitunas y otro de temática no especificada (los tres restantes están rotulados y firmados por el arquitecto).

Bassegoda Nonell, El Gran Gaudí, Sabadell, 1989, págs. 149-153