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Premio Gaudí de Poesía y Narrativa Corta 2003

PRIMER PREMIO DE NARRACIÓN CORTA

MUERTE EN EL PARK GÜELL, 2

- Eso nos lleva a la media noche -intervino el cabo- y el parque cierra las puertas a las 20 horas. Por lo tanto la chica, sola o acompañada, se escondió entre los jardines o bien accedió al parque por la noche, cuando éste ya estaba cerrado. No hemos encontrado, sin embargo, huellas diferentes a las de la chica en los alrededores del banco. Sólo las coincidentes con las botas de los dos jardineros, que eran muy recientes.

- Es extraño. ¿Por qué quedarse en el parque una noche como ésta? ¿Tan fría y húmeda? -pensaba en voz alta el forense.

- Ha muerto de pena -dijo en voz baja uno de los jardineros.

- ¿Qué quiere decir? ¿Un suicidio? -interrogó el juez.

- La chica pasaba el día en el Parque. Llegaba siempre arreglada y bonita y paseaba, se sentaba el banco, miraba a la gente. Se marchaba a media tarde o incluso cuando el Parque cerraba las puertas. El vigilante la había venido a buscar unas cuantas veces aquí mismo. Tenía siempre un aspecto triste, no hablaba con nadie. Sólo se sentaba en el banco y recorría los dibujos con la punta de los dedos. Hace una semana, después de días de verla, le pregunté si estaba bien. "Aquí sí. Déjeme sola, por favor" me contestó y sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Habrá que comprobar una posible intoxicación, o signos de autólisis. En todo caso, la autopsia nos lo aclarará -añadió el médico forense, liberándose de los guantes de látex.


El cabo se quedó pensativo, repasando mentalmente las palabras del jardinero. Alguna cosa lo hizo mirar hacia la escalinata y vio aparecer una chica elegante de largo pelo rojizo, con un traje de chaqueta Príncipe de Gales y unos mocasines, que se acercaba con andares decididos. Al llegar allí dirigió al cabo una preciosa sonrisa, iluminando su rostro y sus grandes ojos verdes:

- No me dejaban entrar porque he olvidado el carnet. Ustedes, los Mossos, siempre tan escrupulosos con las normas.

- Lo siento, señorita... -el cabo no podía dejar de mirar sus ojos, hasta que la voz grave del juez rompió el hechizo.

- Señoría, para Usted. Es la "señora" fiscal que, como es habitual, llega tarde -volvía a tronar la voz grave del juez.

- Lo lamento, hace pocos días que estoy en la ciudad y Usted no ha querido que el coche oficial pasara a recogerme. -Ignorando completamente el tono irónico y despectivo del juez, la chica se acercó al cuerpo y preguntó al médico forense los detalles de la muerte. A continuación habló con la secretaria y repasó el acta de levantamiento, haciendo constar los detalles que por su parte consideraba relevantes.

- ¿Han hablado con el vigilante de la noche? ¿Habrá que hacerlo, no? ¿Dónde estamos?

- Estamos en el Parque Güell, señorita, quiero decir, Señoría -añadió confuso el cabo.

- Para ser el primer levantamiento del cadáver que hago a Barcelona, al menos han escogido un lugar bonito.

- No hemos venido a contemplar el paisaje, Ministerio Fiscal -dijo el juez.

- Es cierto. Sin embargo, ¿cómo podemos dejar de mirar a nuestro alrededor al contemplar tanta belleza?

- ¡Tonterías! ¡Venga, vamos! La comisión judicial ha acabado. Lleven el cadáver al Instituto Anatómico Forense y cuando concluyan el atestado me lo traen personalmente. ¡Ei! ¿Chica, quieres venir con el coche oficial ahora? -le dijo con tono paternalista a la fiscal.

- Agradecida, señoría, pero como he llegado aquí con mis medios, también volveré de la misma forma. Nos veremos en la guardia, con su permiso, por supuesto -al pronunciar estas palabras lanzó una maliciosa mirada al juez que no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria ni, sobre todo, que alguien diferente de él mismo acabara la conversación.

- Buenos días, -el séquito se alejó hasta desaparecer por la escalinata.

La fiscal se acercó al banco ondulante y repasó con los dedos las piezas de mosaico, maravillada, contempló minuciosamente los dibujos, ninguno coincidía, todos eran diferentes y al mismo tiempo armoniosos, con un serpenteo que rodeaba la plaza como los encajes de bolillos bordean una sábana. Y más allá, sobre el banco, la ciudad, que entre la niebla de la mañana se dibujaba tranquila e imponente. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo desde la punta de sus dedos, y cerró los ojos emocionada.

- ¿Señora fiscal, se encuentra bien? -dijo el cabo, pensando que la impresión del cadáver le había hecho efecto con retraso.

- Sí, pero mi nombre es Irene Forns y he acabado ya la diligencia, le ruego que cambie el tono formalista por el coloquial si es que sus rigurosas normas se lo permiten, señor ...

- Mi nombre es Martí, Jordi Martí si lo prefiere. Me ha parecido que perdía por un momento el equilibrio, ésta no es una escena muy agradable para una chica tan joven como Usted.

- Me temo que no ha sido el cuerpo de esta pobre chica el que me ha hecho estremecer, sino la contemplación de tanta belleza. Soy de un pequeño pueblo de Osona y conozco poco la ciudad. De hecho, siempre había afirmado que la naturaleza no podía en ningún caso ser superada en belleza por la mano del hombre y, en cambio, al llegar aquí…

- El Park impresiona cada vez que se visita, quizás porque cada rincón se ve diferente según el día, según la hora y según con quien lo visites. Si quiere, yo se lo podría enseñar.

- Me gustaría, pero ahora tengo que volver a la guardia si no quiero soportar los improperios del juez.

- Permítame que la acompañe hasta la salida del parque, donde ha dejado el coche, y quizás cualquier otro día le apetecería volver.


 


Currículum de Carme Guil