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Premio Gaudí de Poesía y Narrativa Corta 2003

PRIMER PREMIO DE NARRACIÓN CORTA

 

 


Quería agradecer a Gaudí & Barcelona Club y a la asociación Temple Expiatori de la Sagrada Família el guardón concedido a mi relato "Mort al Park Güell".

En esta pequeña historia he querido tansolo reflejar el torrente de sensaciones que tuve cuando visitaba por primera y única vez el Park Güell y la inmensa admiración hacia su autor, el maestro Gaudí.

El mejor premio, para mí, sería que os gustara a todos mi relato y que después de leerlo tuvierais la necesidad de volver a ver nuestro querido Park Güell.

La autora
Carme Guil

 

MUERTE EN EL PARK GÜELL - Versión original

Un vehículo oficial circulaba velozmente por la Travesera de Dalt de Barcelona. En su interior el chófer y la comisión judicial, es decir, el Juez, la secretaria judicial y el médico forense de guardia. La secretaria guardaba silencio; revisaba su carpeta buscando el acta de levantamiento del cadáver. El Juez y el Médico Forense comentaban el partido de fútbol de la noche anterior.

- Si seguimos así nos vamos a segunda, seguro.

- Yo creo que ayer jugaron mejor, pero tuvimos mala suerte, si hubieran pitado el penalty, la cosa habría cambiado radicalmente.
Qué pereza, a las nueve de la mañana y a levantar un cadáver. ¿Te ha dicho la policía de qué se trata?

- ¡Siempre la misma excusa, culpa del árbitro! ¡Que te lo digo yo, que nos vamos a segunda! ¿Decirme alguna cosa coherente la policía? ¡Eso sí que sería una novedad! Ya no hago ni caso de lo que explican. Llego, hago el trabajo y fuera.

- Señoría, te veo hoy más malhumorado que de costumbre, que ya es decir.

- ¡Hombre! ¡Empezar la guardia y que te llamen para levantar un cadáver! Podían haber llamado media hora antes y le hubiera tocado al juez del 27 y una cosa menos para mí.

El coche se detuvo delante de la vistosa reja de hierro del Parque Güell. El chófer bajó y abrió la puerta trasera con gesto servil. El juez descendió del coche con torpeza. Era un hombre corpulento, de unos sesenta años y con voz grave. A continuación bajó a la secretaria judicial y el médico forense.

- La fiscal viene con su coche. Tendremos que esperarla -dijo la secretaria.

- Ni hablar!! -exclamó al juez- Cuanto antes terminemos mejor, que hace un frío que pela y amenaza lluvia. ¿Y la policía judicial?

- Están en la parte superior, donde está el cadáver -les indicó un agente uniformado.

Subieron la escalinata del Parque, con ademán serio. Ninguno de ellos saludó a los jardineros que barrían las hojas que habían caido sobre los peldaños la noche anterior. Ninguno de ellos se detuvo a mirar al dragón con la cara y el cuerpo relucientes por la lluvia matinal.

Al llegar al final de la escalera, el juez se detuvo, resoplando. Hacia él se acercó un joven con gesto serio y ademanes ensayados, que dirigiéndose la mano con gesto formal a la frente, dijo:

- Buenos días, señoría. Lo estábamos esperando. Soy el cabo Martí de la Policía Judicial de los Mossos d' Esquadra.

- Si, sí, déjese de saludos protocolarias. ¿Dónde está el cuerpo?

- Se encuentra en el banco ondulante. Es el cuerpo de una chica de unos veinticinco años, sentada en el banco y con los brazos apoyados sobre él, como si contemplara el paisaje. Los jardineros que trabajaban esta mañana la han encontrado hacia las 8 horas. Primero han supuesto que dormía, pero al acercarse hacia ella han visto que estaba muerta. No hay signos de violencia en el cuerpo.

- Bien, no asuma competencias que no le corresponden. Eso lo dirá el médico forense, llévenos donde está el cuerpo, que no tenemos todo el día.

- Sí, señoría -añadió obediente el cabo que ya conocía al juez de otras veces y sabía que no había que discutir sus órdenes.

La gran plaza estaba desierta. En el suelo aún húmedo se intuían las gotas de lluvia, y sobre ellas, huellas desordenadas que iban y venían. Sólo en un extremo de la plaza, sobre el fondo verde de la zona ajardinada, se veía un grupo de operarios ajetreado. Dos jardineros apartados hablaban con un agente uniformado. Cuatro agentes más giraban el cuerpo, hacían fotos y analizaban la escena, que se encontraba acordonada por una cinta policial.

El cuerpo inerte se encontraba sentado en el banco ondulante. Piezas de mil colores lo envolvían, enmarcando una imagen siniestra. Era una chica joven. El largo pelo negro salpicado por miles de gotas diminutas cubría su rostro, la mirada perdida y sin vida observaba inmóvil la ciudad. Llevaba un corto vestido negro que, mojado, evidenciaba un precioso cuerpo y dejaba al descubierto unas firmes piernas dobladas con un gesto descansado.

- Parece que el asesino hubiera estado sentado a su lado admirando el paisaje y la hubiera dejado en esta posición para la eternidad.

- Muy poético, doctor. ¡Qué piernas tiene la muerta! -añadió secamente al juez.

La secretaria, ofendida por el comentario, sacó con torpeza las hojas de la carpeta y el bolígrafo, y se colocó al lado del juez preparada para anotar todo lo que él le indicara y de la forma que él indicara. Hacía tiempo que había dejado de tomar iniciativas con aquel juez, sólo esperaba que no durara mucho la diligencia. Mientras miraba de reojo por encima de su hombro para ver si aparecía la fiscal.

- Cuerpo sin vida de una mujer de unos veinticinco años que se encuentra medio sentada sobre banco de piedra...

Con lenguaje ininteligible para la mayoría de los mortales, el juez dictó a la secretaria todos los detalles que él consideraba relevantes. El médico forense se acercó al cuerpo y, levantándole el pelo, buscó señales de violencia.

- Sonríe. A primera vista parece muerte natural; la posición del cuerpo, la ausencia de heridas, hará falta esperar el resultado de la autopsia. La hora de la muerte, la puedo fijar entre 8 y 12 horas.


 


Currículum de Carme Guil