AÑO DALÍ 2004

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AÑO DALÍ 2004

 

Artículo de Información

Lavadoras Alí

En una película de 1966, se ve a Dalí sentado, en trance de dar comienzo a la lectura de un volumen. Habla. «Adoro los libros, son mi comida favorita». Arranca las páginas y empieza a comérselas. Hasta en sus intervenciones minúsculas, el artista Ðcuyo centenario nos acosaÐ supo poner el genio al alcance de todas las imaginaciones. Su obra es un desafío interminable a la lógica, en la línea de Lewis Carroll, Oscar Wilde y Groucho Marx. La afinidad con el creador de Alicia se extiende a comentarios de una crueldad pueril, como en «No es extraño que Van Gogh acabara cortándose una oreja, es lo mínimo que podía hacer viendo los cuadros que le salían».

Un siglo después de Dalí, sorprende plantearse cómo logró sobreponerse a un entorno acechante, que publica incansablemente las reminiscencias de cada cena, desayuno o trayecto en taxi en compañía del artista catalán. Cuando Breton lo condenó al anagrama de Avida Dollars, no estaba denunciando un mercantilismo incompatible con la fe surrealista, sino que levantaba la veda para cualquier transposición de las letras del campeón mundial del transformismo. Por ejemplo, en Lavadoras Alí. Toda recomposición de la ortografía daliniana tiene sentido, y también ésta, dado que su pensamiento funcionaba como una centrifugadora, fabricaba piezas en cadena y le preocupaba sobremanera su precio.

La mayoría de seres humanos no soportarían ser Salvador Dalí ni un día de su existencia. El mérito aplastante del pintor de Figueres consiste en haberse mantenido fiel a su papel, en dedicación exclusiva y completa. Como dirían sus admirados norteamericanos, 24/7. Esclavo de su tiempo, no podía cortar impunemente el cordón umbilical que le unía al clasicismo pictórico. Sin embargo, en la apoteosis actual de la instalación y el concepto, se comprende que el único error del hijo de un notario consistió en acertar antes de tiempo. Se anticipó a los artistas que han degradado su cotidianeidad en obra de arte. Lo más llamativo de la contemporaneidad consiste en que, después de Dalí, alguien pueda asombrarse frente a un tiburón conservado en formol.

Se proclamó Salvador del arte moderno, y no fue su pretensión más estrambótica ni desmesurada. La producción daliniana más elaborada, hasta el punto de que a veces parecía de carne y hueso, fue Andy Warhol. El parentesco alcanza a su propio nombre, de donde se puede extraer el Daly americanizado. Se divinizó para trivializar la divinidad. Por fuerza tenía que chocar contra los campeones de la razón. Por ejemplo, cuando Jorge Oteiza contrastaba en un ensayo a los inventores de la realidad ÐGreco, Zurbarán, Goya y PicassoÐ, frente a los arregladores de vitrinas ÐQuevedo, Valdés Leal, Gaudí, Salvador DalíÐ.

Dalí hablaba infinitamente de Vermeer, pero debió molestarle especialmente que El Bosco Ðpadre con Brueghel del surrealismoÐ ya estuviera inventado. Cualquier doctrina le servía para autodefinirse, ya fuera el masoquismo moralizante o la neurosis colonial, a condición de que su originalidad estuviera garantizada. Cuando la mayoría de artistas agotan su impacto en la obra primeriza, gozó de la fertilidad que lo emparenta a poetas como Neruda. Era otro argumento en su contra, en una sociedad que tiende a desconfiar de los creadores que lo tienen demasiado fácil. Puesto que sus capacidades artísticas están demasiado manoseadas, se le puede rescatar como escritor, una condición menos expuesta. Y una vez en este campo, deleitarse con las torsiones idiomáticas en «Picasso es comunista, yo tampoco».

Afirmar que Dalí era franquista a su manera, es una forma de garantizar que no era franquista de ninguna manera. Sin embargo, está encasillado a perpetuidad bajo la filiación de la dictadura. Este rasgo obliga a consignarle carencias, para ser artísticamente correcto y como si la profesión de fe en el dictador no fuera grotesca en sí misma, sino que debiera manifestarse por fuerza en sus pinceles. Una argumentación digna de Franco y sus secuaces, por cierto. El prejuicio no contaminó a la prensa izquierdista francesa, y «Libération» le concedió la portada íntegra a su muerte. Y para que el centenario sea enteramente daliniano, una cuñada de Bush Ðdoña Columba, la esposa de JebÐ preside el comité del centenario, en el museo de Florida que alberga una parte importantísima de su obra.

Matías Vallés
Levante Digital
Lunes, 29 Diciembre 2003


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