Exponente de una de las familias catalanas más comprometidas con el arte y la cultura, murió en Getxo días antes de cumplir un siglo de vida
Ayer falleció en Las Arenas, pocos días antes de celebrar su centenario, Adela Güell Ricart, marquesa viuda de Mac Mahón, muy querida y admirada en la sociedad vizcaína. Pertenecía por nacimiento a una ilustre saga de Cataluña, la familia Güell, cuya vinculación con las artes y la cultura ha pasado a la historia tanto por el favorecimiento de numerosas instituciones como por el patrocinio que dispensó al arquitecto Antoni Gaudí.
Hija única del barón de Güell, había conocido muy joven en Lecumberri al que iba a ser su marido, Pedro Ibarra Mac Mahón, conocido empresario y filántropo vizcaíno, en cuya trayectoria figura no sólo su pertenencia a numerosos consejos de empresas vascas, sino también su entrega al movimiento olímpico, en el que llegó a ser miembro destacado del COI. Desde su matrimonio celebrado en San Sebastián, en 1937, formaron una pareja atractiva y atípica en aquellos años, al estar siempre abierta a todo lo nuevo en el campo de las ideas.
Finalizada la Guerra Civil, Adela Güell se instaló con su marido en Getxo, convirtiendo su casa -'Rosales'- en un templo del cosmopolitismo, en el que confluían los ambientes intelectuales y culturales, los empresariales y los políticos. Ello fue siempre posible gracias a la personalidad de Adela Güell, que cultivaba, desde su irrenunciable catalanidad y con la inteligencia y el fino humor que le caracterizaba, el verdadero sentido de la amistad. Liberal de talante pero también de profundas convicciones religiosas, su apoyo y respaldo a los más necesitados ha dejado numerosos testimonios.
En el ámbito cultural aún se recuerdan sus valiosas iniciativas de los años 40, cuando colaboró con personalidades también desaparecidas como José Miguel de Azaola o Willy Wackonigg. Viuda desde 1993, nunca pensó en volver a Barcelona; pese a mantener su proverbial 'seny', quiso seguir vinculada a Bilbao.
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