Artículo de Información
Gaudí y los modernos
Una exposición descubre a Roma, a través
del gancho del genial arquitecto, la fascinante explosión creativa
que vivió Barcelona a finales del XIX
El mayor desprecio que la crítica de Barcelona hacía a los
nuevos pintores y artistas que surgieron a finales del XIX era llamarles
'modernos' y decir que sus cuadros parecían impresionistas. En
1890, la primera exposición de Ramón Casas y Santiago Rusiñol,
primeros nombres de esta corriente renovadora, fue recibida con incomprensión,
pero lo cierto es que al cabo de tres o cuatro años empezaron a
vender cuadros, cada vez más. Gaudí ya estaba dejando su
sello en varios edificios y la exposición universal de 1888 había
dado un vuelco a la mentalidad de los vecinos. Barcelona estaba cambiando,
una pequeña revolución que marcó la ciudad y que
ahora llega a Roma, bajo la forma de una muestra.
'Gaudí y el modernismo catalán' aprovecha el renombre del
arquitecto barcelonés, muy conocido y apreciado en Italia, para
descubrir que en realidad es la parte visible de todo un movimiento cultural
más vasto y menos divulgado. El escaparate elegido es único,
porque la exposición se encuentra en un rincón privilegiado
de la capital italiana, el claustro diseñado por Bramante en Via
della Pace, junto a Piazza Navona. Bajo sus arcos se asiste al florecimiento
de una Barcelona parisina, sorprendente, europea, popular y burguesa al
mismo tiempo. Los primeros pintores melancólicos y luminosos, formados
en París, como Casas, Rusiñol, y la segunda generación
a la que abrieron paso, el oscuro Isidro Nonell, el paisajista Joaquim
Mir, Mariá Pidelassera o uno de los que cosechó mayor éxito
internacional, Hermenegild Anglada-Camarasa. También exponía
con ellos un tal Pablo Picasso, que con 18 años ya se movía
inquieto entre París y Barcelona. La exposición muestra
dos de sus obras de juventud, una de ellas una pequeña joya que
representa una corrida de toros, 'Cursa de braus', de 1901.
Lo único que tenían en común era la etiqueta de
modernistas, pero era un grupo extraordinariamente heterogéneo.
Católicos, conservadores, anarquistas, y en gusto estético
también divididos, entre simbolistas, naturalistas y cualquiera
de las muchas corrientes de vanguardia. Eran un espejo de una Barcelona
con una burguesía pujante, que compraba arte con pretensiones artísticas
y también con la idea de hacer algún negocio, mezclada con
enormes capas populares, de proletario ilustrado, de revistas efímeras
y bares animados. Es la Barcelona del cabaret y los carteles publicitarios,
un arte que tocaron varios pintores. En 1892 fue creada la Sociedad Catalana
de Conciertos, circulaban los ferrocarriles, tranvías eléctricos
desde 1899... y rebaños de cabras en los barrios populares.
La falta de grandes inversiones públicas no permitió que
la ciudad despegara definitivamente, al contrario que otras grandes capitales
europeas que en ese momento consagraban su expansión. Pero las
ideas ahí estaban, los planos urbanísticos, muchas veces
irrealizables, se hicieron y el arte bullía por las calles.
Muebles
La creatividad entró en las casas a través de muebles y
objetos de diseño y, mientras, la nueva arquitectura las transformaba
a su vez por dentro y por fuera. Gaudí descendía a los detalles,
y por eso cabe en una exposición: sillas, puertas, percheros, rejas,
candelabros, pavimentos,... Son piezas creadas para las casas Vicenç
(1883), Calvet (1900), Milá (1906) y Batlló (1907). Pero
no es el único, otros arquitectos inundaron los hogares adinerados
con un estilo dinámico y fantasioso, nunca visto, como Jujol, Masó
y Puig i Cadafalch.
El modernismo contagió todas las disciplinas, desde la bisutería,
que cuenta en la muestra con ejemplos encantadores, a la escultura de
Pablo Gargallo y otros artistas. La culminación de esta inspiración,
la Sagrada Familia de Gaudí, se resume en una suntuosa maqueta
de yeso del primer proyecto del templo, presentado en París en
1910.
Hasta ahora en Italia nunca ha habido oportunidad de asomarse con tanta
exhaustividad a una etapa crucial de la vida de Barcelona, y ha sido posible
gracias a un generoso préstamo del Museo Nacional de Arte de Cataluña
(MNAC), que se encuentra en restauración.
ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
Ideal Digital
Martes, 3 Diciembre 2003
|