Artículo de Información
Dalí en Granada
Lorca insistía mucho en que Dalí le visitara en Granada.
Pero, pese a sus promesas, éste no llegaba. Tenía demasiado trabajo, no podía
abandonar los cuadros de su alma, había que preparar la gran muestra de Barcelona,
Cadaqués no le soltaba, las extrañas rocas del cabo de Creus le imantaban,
su padre le había dicho que no le daba más dineroÉ en fin, la excusa
que fuera.
Después de la segunda visita de Lorca a Cataluña, en el verano
de 1927, cuando Dalí le diseña los decorados de Mariana Pineda, la insistencia
del poeta -desesperado en Lanjarón, deprimido en la Huerta de San Vicente- se hace
casi patética. Tras los apasionados meses compartidos en Barcelona, Figueras y Cadaqués,
echa terriblemente de menos al predilecto, que en estos momentos está en pleno viraje
hacia el surrealismo. Además Lorca sabe que el pintor no está conforme con
su poesía de raíz popular, que encuentra anacrónica. En 1928, después
de la publicación del Romancero gitano, el catalán se lo dirá con rotundidad:
Federico es un genio poético, el más grande de todos en potencia, pero tiene
que dejar ya en paz a sus gitanos -sobre todo a aquel que se la llevó al río-,
a sus guardias civiles de alma charolada, a San Miguel con sus lentejuelas y espejitos y
a la monja albaicinera, entregada a bordar las flores de su fantasía en el mantel
de la misa. Lorca necesita un buen baño de modernidad. ¿No hay fabulosos coches
de carrera, muy superiores a cualquier caballo? ¿Aviones y trasatlánticos?
¿Dónde tiene los ojos?
El poeta le hizo caso. Además, ya se iba aproximando al surrealismo
sin que Dalí se lo tuviera que decir. De allí vendrían Poeta en Nueva
York, El público y Así que pasen cinco años, tal vez lo mejor de su
obra.
Después del último verano de Cadaqués, los amigos
no se volvieron a ver hasta ocho años después. Lorca dijo que era como si
nunca se hubiesen separado. Hubo nuevos proyectos de colaboración, y Gala, según
Dalí, se quedó fascinada con el poeta. Quedaron en verse pronto otra vez.
Pero no pudo ser. Y a los pocos meses sobrevino lo que sobrevino. Dalí, como Alberti,
había esperado demasiado tiempo para visitar a Lorca en su Granada.
Ambos sí vinieron pasadas unas décadas, Dalí, según
parece, en el verano de 1957. Dejó su firma en el libro de oro del Restaurante Sevilla.
Juan Luis Álvarez, el actual dueño, tenía entonces siete años
y le sentaron en las rodillas del pintor. ¿Preguntó Dalí durante su
estancia por Lorca? ¿Fue a ver la Huerta de San Vicente ¿Qué dijo de
la Alhambra? Por favor, que alguien busque y verifique en las páginas de Ideal o
Patria. En este año del centenario del pintor sería estupendo saber cómo
le fue en su única visita a Granada, donde, ¿cómo dudarlo?, el recuerdo
del pobre Federico le debió de acompañar a cada paso.
La
Opinión de La Coruña
Jueves 29 de abril de 2004
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