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La Pedrera: anatomía de un tesoro

De La Pedrera del Passeig de Grácia podría decirse lo mismo que cantaban Ana Belén y Víctor Manuel a propósito de la madrileña Puerta de Alcalá: «Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo». Los muros serpenteantes como acantilados del caserón creado por Antoni Gaudí han contemplado la eclosión burguesa de las primeras décadas de siglo, las agitaciones sociales de los años treinta, los desfiles de falangistas en la posguerra, los primeros atascos de tráfico del desarrollismo, el paso de un millón de ciudadanos reclamando sus libertades el 11 de septiembre de 1977 y el resurgimiento urbano del Eixample como parte de la renovación de Barcelona.

La propia Pedrera ha conocido el desigual paso del tiempo en sus interiores: sus orígenes como casa burguesa -la Casa Milá- y su largo y lento deterioro durante décadas. Dentro de la Pedrera ha habido de todo, desde la sede de la consellería de Economía de la Generalitat republicana y una respetable notaría hasta una pensión de no muy buena nota, pasando por un bingo y unos apartamentos en el ático, acondicionados en los años cincuenta por el arquitecto Barba Corsini, que eran excelentes si se descontaba el hecho de que tapaban la maravillosa estructura gaudiniana de arcos asimétricos. Tal vez ahora no se acuerde casi nadie, pero la Pedrera llegó a los años ochenta en un estado de cutrez absoluta. Y eso que, en 1969, fue declarada monumento nacional.

Fue entonces cuando, como el Ave Fénix, la joya de Gaudí comenzó resurrección. Tras la adquisición del inmueble por la Caixa de Catalunya a un precio que hoy se antoja discreto -unos 930 millones de pesetas- comenzó la tarea realmente ardua y costosa de devolver al monumento arquitectónico el esplendor que le corresponde. El proceso ha durado casi tres lustros y el resultado es una Pedrera esplendoroso, que en su nuevo papel de centro cultural atrajo el año pasado a más de un millón de visitantes. Remozar la Pedrera ha supuesto un gasto enorme para sus propietarios, pero también les ha otorgado el prestigio de una inversión exitosa en patrimonio cultural.

La culminación de este proceso es el libro La Pedrera. Arquitectura i historia, producido por Caixa de Catalunya e ideado y coordinado por Daniel Giralt-Miracle. Al igual que el edificio, el libro diseñado por Salvador Saura y Ramón Torrente es en sí mismo una joya editorial que sintetiza las mejores tradiciones editoriales catalanas con el empleo de la más puntera tecnología. Un juego de planos que se divulgan por vez primera, una espléndida selección de fotografías de todas las épocas y unos esclarecedores textos del propio Giralt-Miracle, del historiador de la Arquitectura Carlos Flores, que ha analizado brillantemente el edificio y del periodista Josep María Huertas, que ha recreado su historia social, integran el contenido de esta obra, testimonio de la recuperación de un monumento que es patrimonio de Barcelona y de toda la Humanidad.

J.J.NAVARRO ARISA




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