El cierre de El Capricho

Uno de los ex trabajadores del Capricho de Gaudí, José María Martínez García de la Rasilla, manifiesta su descontento con la «mala gestión económica» con la que se ha llevado en El Capricho durante los últimos años. Considera que las decisiones que ha tomado el actual gerente y dueño del edificio, Taketo Kurosawa, a lo largo del último año para intentar remontar el negocio, han precipitado el cierre por «falta de criterio».

Jose María Martínez, que ha estado 13 años trabajando en la cocina del restaurante de El Capricho, desde hace tiempo veía que las cosas «no terminaban de ir bien». Él mismo tenía que comprarse algunos utensilios de cocina para poder trabajar en condiciones, mientras, atónito, contemplaba cómo Kurosawa solicitaba créditos a los bancos para acometer reformas en el edificio y llevar a cabo acciones culturales que no terminaban de dar la suficiente publicidad al restaurante como para hacerlo rentable.

Además, según ha explicado a El Diario Montañés, desde que se jubilara la anterior gerente, Masako Yamahuchi, en abril del 2009, las cosas cada vez iban a peor. «Se hacían obras sin pedir presupuestos y en ocasiones había que repetirlas, y no se pedían garantías ni responsabilidades a las empresas que las ejecutaban». Además, según ha afirmado Martínez a este periódico, «no termino de entender cómo siendo las cifras del negocio del Capricho tan malas a este señor una banca comercial le pudiera conceder un crédito tan importante el año pasado».

Además, continúa, «hace sospechoso que se invirtiera tanto dinero en un negocio que no va». Por lo que cuenta el cocinero de El Capricho, la única parte rentable del negocio era el restaurante, y, por lo que se ha visto a lo largo de los últimos años, «no se invirtió nada en ello».

Mucho merchandising

Por el contrario, a lo largo del 2009 se realizaron una serie de acciones indirectas encaminadas a dar más publicidad al monumento, como la creación de una asociación sociocultural, la adquisición de objetos de inspiración gaudiana para la venta en la tienda de regalos y muchos de ellos con copyright japonés, así como cuadros de planos, que decoran las distintas estancias del edificio y la organización de una exposición de arte Sho, todas ellas acciones con sello japonés que han supuesto un importante desembolso económico pero que han caído en saco roto.

Decisiones, que según considera Martínez García de la Rasilla, «han perjudicado al negocio a pesar de las no pocas advertencias de su personal». Por último, José María Martínez califica de «acto de cinismo» el hecho de que Kurosawa decidiera mantener la 'Q' del Club de Calidad para el 2010 cuando ya había decido el cierre de El Capricho, argumentando que así lo hizo para mejorar el currículo de los trabajadores y como muestra de «profundo agradecimiento».

Una manera de hacer las cosas que no termina de encajar ni de entender este profesional de los fogones, que se plantea si es una cuestión de diferencia cultural entre España y Japón o la manera particular de proceder de Taketo Kurosawa con «sus Caprichos».

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